domingo, 11 de febrero de 2007

Detras de la casa de la Arismendi.


El olor de la tierra mojada por el el rio esta fresco en mi memoria, es algo que no se parace a nada, ese mismo rio que a veces desbordaba su caudal en la vieja ciudad de los tamarindos centenarios, mudos testigos de batallas y revueltas, de resistencia a el conquistador, que termino adueñandose de la madre y de sus hijos, la cuidad que vio nacer a patriotas y poetas que dieron su vida por la verdad y la justicia, alli naci y me crie, rodando desnudo por las calles ardientes de la perdicion, esa cuidad de los mil demonios perdidos en los sueños de los poetas malditos, que arrebato la dulzura de sus hijas al entregarlas a la lujuria de los dioses enfurecidos por su decadencia, alli no se si volvere a ver la cara de la muerte en la fachada de sus luces apagadas, el dolor de sus cenizas volveran a construir su futuro de esperanzas.

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